miércoles, 16 de diciembre de 2009

Mensaje de Patricio Peker para estas fiestas

Hola!, ¿cómo estás terminando el año?

Mira, hace algunos días una persona me comentó
una situación muy difícil por la que estaba pasando,
y le conté una historia que encierra un mensaje
que a mi me acompaña desde hace mucho, mucho tiempo.

Y me parece que tal vez te pueda hacer bien conocer,
o tal vez recordar, esta vieja historia, cuya enseñanza
yo tengo en mente cuando siento que las cosas van mal.

Leela, y luego seguimos conversando más abajo:

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El Secreto del Anillo

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:

- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido
uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar
oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme
en momentos de desesperación total, y que ayude a mis
herederos, y a los herederos de mis herederos, para
siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera
que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos;
podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un
mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran
ayudar en momentos de desesperación total...

Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían
encontrar nada.

El rey tenía un anciano sirviente que también había
sido sirviente de su padre. La madre del rey murió
pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo
trataba como si fuera de la familia. El rey sentía
un inmenso respeto por el anciano, de modo que también
lo consultó. Y éste le dijo:

-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero
conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio,
me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión
me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y
yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de
agradecimiento, me dio este mensaje -el anciano lo
escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio
al rey-. Pero no lo leas -le dijo- manténlo escondido
en el anillo. Abrelo sólo cuando todo lo demás haya
fracasado, cuando no encuentres salida a la situación-

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido
y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo
para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían.

Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó
a un lugar donde el camino se acababa, no había salida:
enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer
por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo
le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de
los caballos. No podía seguir hacia delante y no había
ningún otro camino...

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el
papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente
valioso: Simplemente decía "ESTO TAMBIEN PASARA".

Mientras leía "esto también pasará" sintió que se cernía
sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían
debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse
equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a
poco dejó de escuchar el trote de los caballos.

El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente
y al místico desconocido. Aquellas palabras habían
resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo
en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el
reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la
capital hubo una gran celebración con música, bailes...
y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.

El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:

-Este momento también es adecuado: vuelve a mirar
el mensaje.

-¿Qué quieres decir? -preguntó el rey-. Ahora estoy
victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy
desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.

-Escucha -dijo el anciano-: este mensaje no es sólo
para situaciones desesperadas; también es para
situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás
derrotado; también es para cuando te sientes victorioso.
No es sólo para cuando eres el último; también es para
cuando eres el primero.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje:
"Esto también pasará", y nuevamente sintió la misma
paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que
celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había
desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el
mensaje. Se había iluminado.

Entonces el anciano le dijo:

-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna
emoción son permanentes. Como el día y la noche,
hay momentos de alegría y momentos de tristeza.
Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza
porque son la naturaleza misma de las cosas.


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Aquí estoy yo nuevamente. ¿Ya conocías esta historia?.

Se transmite de generación a generación desde hace
siglos. Algunos la adjudican a un acontecimiento de
la vida del rey Salomón, otros a las historias de
las mil y una noches... no lo sé. Lo que si sé es
que a mi ese mensaje "esto también pasará", me ha
hecho bien muchas veces, y también a amigos y seres
queridos.

Espero que te guste y que te haga bien :-)

Yo la he compartido con mis hijos, y hemos pensado y
conversado bastante acerca del tema, y cuando de pronto
hay alguna situación dura que alguno de nosotros debe
atravesar, nos decimos... "esto también pasará".

Bueno, y mi deseo para ti y tus seres queridos en el
2010 es esta hermosa antigua bendición Irlandesa:

"Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos,
que el viento sople siempre a tus espaldas, que el sol
brille cálido sobre tu cara, que la lluvia caiga
suavemente sobre tus campos y, hasta tanto volvamos a
encontrarnos, que Dios te lleve en la palma de su mano"

Cordialmente,

Patricio Peker
Director

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